viernes, 15 de junio de 2012

Dedicado a mis alumnos/as de 4º de eso.

La Vida y el Destino. Cuento sobre el arte de pensar.

En la antigua Grecia, sede esplendorosa de las ciencias y de las artes, se encontraba un anciano famoso por la profundidad de sus palabras y la sencillez de sus ideas que vertía sobre todo aquel que solicitaba consejo y guía, un verdadero torrente de sabiduría.
Una tarde el joven estudiante Quirón, conocido por su tono irónico y rebelde que utilizaba en sus intervenciones públicas, no en vano ponía en aprietos a los académicos más notables, decidió ir a escuchar al anciano, para de una forma u otra,  poner en entredicho sus ideas.
Cuando llegó al hemiciclo donde éste hablaba, se sentó junto a los que escuchaban y prestó atención con ánimo de encontrar a sus planteamientos, fallos y grietas.
Al poco, el anciano dijo así:
“Nuestros antepasados pensaban que en la vida hay que ver para creer como ya dijo Santo Tomás cuando metió su mano en la llaga del Maestro, en aquella frase que todavía resuena en los escritos sagrados: Si no lo veo no lo creo”.

Un gesto de curiosidad se fue dibujando en el rostro de los allí reunidos. Incluso Quirón pensó, “¿cómo saldrá de ésta?, aquí le voy a pillar”.
El anciano prosiguió: “Sin embargo si profundizáis en ello, observaréis que para el hombre lúcido, no se trata de ver para creer, sino más bien al revés, creer para ver. Nuestras creencias crean la realidad y en consecuencia el hombre auto-consciente elige lo que quiere vivir, elige lo que quiere que el suceda minuto a minuto de la vida…”
Quirón se sintió algo confundido, por una parte entendía lo que quería decir el anciano pero por otra parte, sentía la inminente necesidad de tratar de ridiculizarlo, así que salió del hemiciclo para trazarse una estratagema que lograse su objetivo.
Resultó que pasaba por allí un mercader de pájaros, conocido por apresar una especie de muy pequeño tamaño con ingeniosos cepos de su invención. Quirón al verlo, pensó: “Siempre que estoy buscando una solución suele aparecer algo ante mis narices que trae las claves, así que me acercaré a ver esos pájaros y seguro que se me ocurrirá algo”.

Cuando vio un pequeño pajarillo que cabía en la palma de su mano, se le iluminó la cabeza y se dijo:

“Ya lo tengo, tomaré este pajarillo en mi mano, me acercaré al anciano y le preguntaré delante de todos, si cree que este polluelo que tengo en mi mano está vivo o muerto. Si me contesta que está muerto, abriré mi mano y lo dejaré volar. Si por el contrario me contesta que está vivo, le apretaré el cuello y lo dejaré caer al suelo. Entonces (se dijo con radiante alegría) sus teorías acerca del destino se verán fallidas y ridiculizadas…”
Así pues Quirón tomó el pajarillo en su mano y se acercó de nuevo al hemiciclo para interpelar al anciano. Una vez allí y levantando fuertemente la voz, le dijo:
“Anciano, decidme. El pájaro que tengo en mi mano ¿está vivo o está muerto?”
Un silencio tenso se hizo entre todos los allí presentes.
A lo que el sabio, mirando a los ojos del joven con cariño y una profunda seriedad le contestó:
“Muchacho. LA VIDA Y EL DESTINO ESTAN EN TUS MANOS”.

Esto ocurre en el proceso de transformación
Parece que todo está en nuestras manos, y en parte tenemos el don de apreciar el regalo que supone poder discernir lo mejor de lo bueno o no tan bueno, por lo que se hace indispensable el equivocarse una y otra vez hasta haber desarrollado la suficiente consciencia sobre ello.
Todos somos capaces de realizar grandes esfuerzos cuando nos sentimos motivados y llenos de energía, nos parece fácil el cambio, la transformación de lo que queremos alcanzar, un momento de lucidez nos aclara las ideas, pero alcanzar un objetivo de madurez y criterio interior se hace mas complicado, ya que nuestra mente tiene demasiadas ideas preconcebidas que sobran y nos hacen perder el claro enfoque hacia la superación deseada. Lo mas peculiar que ocurre es que algo queda gravado dentro del ser de uno, cuando hemos saboreado el agradable aroma de la superación, esta es la certeza y la seguridad.
Daremos rodeos, pasarán cosas impensadas, saldrá bien y saldrá no bien, pero un día nos sorprenderemos de ver que hemos llegado a nuestro centro, y con menos esfuerzo del imaginado.

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